lunes, 2 de noviembre de 2009

Drogas, otra amiga de la mujer


En nuestro país, la intervención en drogas ha tenido un escaso desarrollo, en cuanto a conocimientos y estrategias, respecto a las diferencias que se manifiestan en el consumo problemático de drogas en hombres y en mujeres. El consumo de drogas en las mujeres, generalmente se ha considerado un fenómeno menos prevalente que en los hombres, y las prácticas de intervención tienden a homogeneizar tratamientos para hombres y mujeres como si unos y otras tuvieran las mismas necesidades, sin tomar en cuenta que tanto los patrones de consumo, como sus causas y consecuencias, les afectan de manera diferente.

Diferencias entre hombres y mujeres

Es evidente que ser mujer y presentar un consumo problemático de drogas, constituye un desafío a los estereotipos sociales y culturales de una sociedad sexista. Algunos autores plantean que, en relación con los hombres, las mujeres con problemas de drogas tienen la tendencia a experimentar un estigma que es más estresante y más destructivo que el que sufren ellos. Así, además del estigma asociado a ser “mujer adicta”, desde su espacio privado, ésta es mal juzgada en el ejercicio de su rol materno (no brinda el cuidado socialmente esperado a sus hijos/as) y, desde lo público, es vista como alguien que no es capaz de controlar su situación familiar, por tanto, alguien en quien no se puede confiar desde otros ámbitos, como el laboral, por ejemplo.
Muchas veces, para una mujer con consumo problemático de drogas, algunos temas, tales como las tensiones al interior del hogar, la violencia en la familia, la no valoración de su aporte social, la tendencia a ubicarse en un lugar secundario y/o postergado –conflictos, en su mayoría, derivados de su rol sexual-, son temas que adquieren una importancia central en el proceso de su dependencia y, generalmente, no son considerados en su proceso de tratamiento.
Por otra parte, las mujeres normalmente no cuentan con la misma comprensión, oferta de ayuda y acompañamiento familiar que los hombres, incluso, en algunos casos hay oposición explícita de sus familiares y/o pareja para que reciba algún tipo de atención. Ello se ve reforzado por el hecho de que las mujeres con dependencia están mucho más expuestas a ser sancionadas y criticadas socialmente, porque, de acuerdo con la socialización sexista, consumir drogas, alcohol y otras conductas transgresoras y/o disruptivas, está más asociado con lo masculino. Lo anterior agrava el aislamiento de las mujeres, quienes, para evitar ser estigmatizadas, tienden a ocultar su problema, a no pedir ayuda o a postergar el pedirla.

“La importancia de las relaciones para la identidad femenina, la necesidad de conexión y el miedo a la desconexión es un factor de riesgo para el uso de sustancias. La tendencia a sostener y cuidar los vínculos persiste en las mujeres adictas, mientras que los varones en esa situación en general ‘se van’ o delegan el cuidado y acompañamiento en otros familiares”




-Daniela Villarreal Retamales

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